El pasado viernes 21 de marzo tuve junto con mi familia el placer de comer en Zuberoa, restaurante que cuenta con tres estrellas Michelin en el País Vasco.
Mi padre siempre decía que la vida no es vida si no se puede disfrutar de una buena comida y un buen vino. Pues eso es lo que hicimos: disfrutar. Fue impecable tanto la atención como la comida. Todo estaba perfectamente medido y estudiado. La combinación de sabores de los platos era maravillosa. Una verdadera experiencia. Me alegró el alma comer en Zuberoa.
Apenas nos ubicamos en la mesa, nos trajeron el aperitivo de la casa: crema de txangurro (buey de mar) con espuma de finas hierbas. Qué puedo decir?? que hasta mi hijo de 5 años lo comió sin dejar ni una traza sobre el plato!!
Primeros platos:
- vieiras asadas, lentejas, soja y aroma de jamón ibérico: plato inmaculado; la suavidad de la vieira asada impecablemente... la guarnición exquisita (si te gustan las lentejas, obvio)... la presentación impecable, todo ello hizo de este plato algo fantástico.
- ensalada de bogavante a la vinagreta de trufas: la carne del bogavante y el mesclum que la acompañaba estaban tan bien sincronizados que era imposible no querer más!!
- para el peque, nos ofrecieron unas croquetas. Mi suegro las probó y dijo que eran exquisitas. Obvio, después de que el abuelo le "robara" una, Santiago no permitió a nadie otra incursión por su plato!!
Segundos platos:
- bacalao confitado con fondo gelatinoso de sus pieles, cacao y curry.
- lubina asada, setas y salsa de erizos de mar.
- rape asado envuelto en tocino ibérico, crema de calabaza y naranja y aceite de aceitunas negras
Qué puedo decir de estos segundos? impecable ejecución y sabores. Probé la lubina de mi marido y era absolutamente exquisita. Mi bacalao estaba maravilloso, pero debo reconocer que la lubina estaba aún mejor. No llegué a probar el rape, plato que pidieron mis suegros (un rape cada uno, por supuesto! acá no se puede compartir nada!!) y ambos coincidieron en que era de una suavidad y un sabor impecables.
La carta de vinos es tan extensa que mi marido no sabía qué pedir. Por ende, la maître le recomendó un Tobelos de Rioja. Un vino tinto excelente que combinaba de maravillas con los platos que habíamos pedido, tal como dijo mi marido.
Postres: aquí sí que no sabía qué pedir. Todo parecía excelente. Mi marido se decidió por una tarta de queso que ofrecen fuera de la carta. Era espectacular! y puedo dar fé porque la probé (no una sino dos veces!!). Le pregunté a la camarera cuáles eran los quesos que habían utilizado y me confió el dato: queso roquefort y de burgos. La masa, era una pâte sablée muy bien lograda: consistente y a su vez friable.
Yo tomé la crema de calabaza con el financier chocolat y el helado de yogur y queso: inmaculada presentación, perfecta combinación de colores y sabores (vean la foto)!
Mis suegros probaron el pastel de almendra caliente y helado de limón y la tarteleta de chocolate caliente con helado de vainilla Tahití. Los dos dijeron que estaban exquisitos.
Qué puede pedir un chef? que los platos vuelvan vacíos a la cocina. Eso indica que su comida ha gustado, y todos los platos que pedimos volvieron "limpios"!
Salimos de ahí con la sensación de haber pasado un par de horas maravillosas. Para mí ha sido un momento que no podré olvidar. Los sabores se fijan en la memoria al igual que los aromas. Comer es despertar el abanico de todos los sentidos y cada uno de ellos fue puesto en funcionamiento ni bien entramos al restaurante.
Se preguntarán si es caro... pues, tiene precios altos pero da gusto pagarlo. El precio del plato es el reconocimiento al trabajo que hay detrás de él. Las técnicas de elaboración, el desarrollo del plato, las horas invertidas por el chef para su diseño y las materias primas de excelente calidad bien lo valen.
En mi opinión, comer en este tipo de restaurantes es un placer que hay que darse de vez en cuando para mimarse, para contentar el cuerpo y el espíritu.
Corolario: un placer infinito. Cuando visiten San Sebastián, no dejen de comer en Zuberoa.